Muchas casas aristocráticas influyentes huyeron al sur, donde se organizaron en comunidades patrióticas para luchar contra los invasores. Para financiar la guerra de guerrillas, los antiguos nobles establecieron vínculos comerciales con países extranjeros, hicieron negocios con piratas y no fueron reacios a los asesinatos por encargo, el contrabando y los secuestros para pedir rescate.
Una de las principales características de estas comunidades era la ayuda mutua sin concesiones basada en el origen étnico. Ayudaban a los refugiados a encontrar trabajo y vivienda y, a cambio, los incluían en sus estructuras delictivas, independientemente de su clase social.
El simbolismo religioso también unía a los delincuentes profesionales: las organizaciones utilizaban un símbolo triangular que representaba el concepto chino del Hombre-Cielo-Tierra (天地會). La entrada en la hermandad se sellaba con rituales místicos, juramentos de sangre y sacrificios a los antepasados.
También nació entonces el sistema descentralizado que aún hoy es inherente a las Tríadas. Normalmente, cada líder tenía a dos personas bajo su mando, y sus jefes, a su vez, también tenían dos «empleados».
La principal ventaja de este enfoque es la increíble conspiración. La principal ventaja de este planteamiento es el increíble secretismo. A menudo, los soldados rasos no sabían a quién estaba subordinado su comandante, que tampoco tenía información sobre las autoridades situadas más arriba en la escala jerárquica.