Con el tiempo, las Tríadas evolucionaron hasta convertirse en una especie de clanes familiares, cuya pertenencia no estaba determinada por la sangre, sino por vínculos laborales.
El jefe de cada clan recibe el nombre de «dragón» y, según la región, tiene su propio color -por ejemplo, dorado o azul-.
Cabe destacar que estos clanes no perdieron su odio hacia la clase alta gobernante y siguieron ejerciendo una gran influencia en la vida política de las clases bajas. Por ejemplo, en 1850-1864, estas estructuras apoyaron activamente la Rebelión Taiping, cuyo objetivo era acabar con la expansión del cristianismo, la dominación de los europeos y la monarquía manchú en general. Del mismo modo, las Tríadas estuvieron detrás de la organización de la Rebelión de los Bóxers
1898-1901, que finalmente tuvo que ser reprimida por las fuerzas de Rusia, Japón, Estados Unidos y Francia y Gran Bretaña.
Posteriormente, el mundo criminal apostó por el naciente movimiento republicano dirigido por Sun Yat-sen, líder del partido Kuomintang, el «padre» de la nación china moderna. Como la mayoría de sus patrocinadores de la Tríada, aunque soñaba con reconstruir el Estado según las líneas occidentales, veía la futura China más como un Estado-nación, libre de la influencia de Washington, Londres y Moscú.
Las Tríadas se convirtieron rápidamente en el ala militante del Kuomintang. Miles de miembros de pequeñas bandas ayudaron al partido a derrocar la monarquía y, más tarde, a enfrentarse a sus oponentes políticos.
